Inventamos o erramos (I): Breve recuento del acoso a América Latina

Inventamos o erramos (I): Breve recuento del acoso a América Latina


Inventamos o erramos (I): Breve recuento del acoso a América Latina

Primera parte de un análisis del momento tan importante que vivimos en América Latina.
Recuento del discurso de la derecha y las relaciones de fuerzas.
Originalmente se publico en la página de los compañeros de www.de180grados.com

Este año, la arena política latinoamericana se mueve manera vertiginosa. No hace menos de 12 meses, el discurso triunfalista de la derecha latinoamericana auguraba una derrota más al campo popular. Emergía la restauración conservadora y era una realidad en América Latina. Parecía que los veinte años de gobiernos progresistas en la región no sirvieron más que para polarizar, multiplicar la pobreza y potenciar la corrupción.


Este discurso de derecha nos decía que los gobiernos de carácter nacional-popular habían demostrado que eran una caja de corrupción y que eran (son) una fábrica de pobres. 

¿Evidencias? Nada, sólo demagogia e ideología.


Hoy nos dicen que Venezuela es el más claro ejemplo de esta bancarrota de la izquierda. Pero se oculta el acoso que la nación de Bolívar sufre, económica y políticamente, por parte de los capitales petroleros que quieren hacerse de los yacimientos de la Cuenca del Orinoco. No dicen que la guerra económica es real y en estos momentos sigue operando. No dicen que, un país acosado, es muy difícil que de la noche a la mañana resuelva su atraso estructural, en el cual los gobiernos aliados de EU lo tuvieron desde bien iniciado el Siglo XX.

En Ecuador, la “derrota” de Rafael Correa a manos del traidor Lenin Moreno, resultó en la persecución política y jurídica del expresidente apenas el nuevo tuvo puesta la banda presidencial. Moreno se apoderó del partido Alianza País (fundado por Correa), para después ir corriendo a los brazos de la derecha ecuatoriana -ahora espantada de que Rafael Correa pueda presentarse en un futuro a nuevas elecciones presidenciales-.

Por otro lado, en Bolivia está el tratamiento mediático sensacionalista de la “derrota” del referéndum en 2016. Referéndum donde Evo Morales le preguntó a su pueblo -ese que lo califica como el mejor presidente de la historia del país-, si querían que se presentara de nuevo como candidato en las elecciones presidenciales del 2020. La realidad es que, alejado de los reflectores de la derecha mediática, no dicen que apenas en noviembre pasado, el Tribunal Constitucional boliviano autorizó a Morales presentarse a las elecciones presidenciales del 2020, dejando abierta la puerta para una posible reelección.

Un poco más al sur, en Argentina, se presentó la “derrota” de Cristina Fernández en las presidenciales de 2015. Más que una victoria del neoliberalismo clásico, representado por Mauricio Macri, se trató de una derrota interna, ya que la presidenta Cristina fue incapaz de hacer una autocrítica al interior del kirchnerismo. Las medidas económicas de Macri, recicladas del menemismo, lo han puesto en niveles de aprobación bajísimos para un presidente argentino con un 62.7% de desaprobación. Con ese panorama, el kirchnerismo y los restos del justicialismo de izquierda tienen muchas posibilidades de sacar al actual presidente de la Casa Rosada.

Por último, nos encontramos con las actuales protestas en Nicaragua donde los jóvenes,  penetrados por las ONG´s patrocinadas por el Departamento de Estado norteamericano, casualmente siguen el mismo guión que se presentó en Venezuela. Así sucedió durante el momento más álgido de las “guarimbas”, de 2014 a 2017, financiadas en su mayoría, por la Fundación Nacional Para la Democracia, con sede en Washington. Todos esos elementos hacen pensar en una operación sistemática de desestabilización con reminiscencias al pasado inmediato de América Latina.

La realidad fáctica derrumba como un castillo de naipes este discurso. 


En América Latina existe, en términos absolutos, una lucha de clases que se traduce en lucha política por la conquista de los Estados Latinoamericanos. Era una quimera pensar que los gobiernos nacional-populares de América Latina podrían sostener el ritmo de victorias electorales de manera indefinida.

Si bien es cierto que se han cometido errores importantes en la conducción de los procesos, también es cierto que, después de una cierta sorpresa e inmovilismo, las fuerzas de la derecha se reagruparon para plantarles cara a los gobiernos populares. La correlación de estas fuerzas en América latina no ha dado para que los proyectos emancipatorios se consoliden. Esto último, aunado a las contradicciones internas, al injerencismo de organismos externos (como el Departamento de Estado), y a una fuerte propaganda mediática contra estos gobiernos.

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