¿Y si el deseo se acaba?

¿Y si el deseo se acaba?

0


¿Y si el deseo de acaba?
¡Ay de mí! ¿No soy yo acaso el hijo de un siglo desheredado
de ilusiones que necesita tocar para creer
y soñar el pasado… sobre sus ruinas?
G. De Nerval, Viaje a Oriente.
Este no es, en lo absoluto, un ensayo estético ni mucho menos agradable. Es más bien una sucesión de reflexiones en torno al deseo de sangre y violencia, la cual se ha apoderado de la sociedad mexicana.
El ser humano se ha definido por ser proclive al deseo en sus diferentes variables. De este modo es común afirmar que el deseo mueve al mundo. Las filias, fobias y demás “debilidades” de la cual es preso el hombre, delimitan o forjan, según sea el caso, el carácter y el devenir del hombre en sociedad. El deseo de la felicidad, del “buen vivir”, es el eje motor del hombre, en la búsqueda de ésta dedicamos nuestros esfuerzos terrenales.
Ya Lacan nos advertía sobre la diferenciación entre el goce y el deseo. El primero era como estar preso de nuestras propias debilidades, es hedonismo puro, donde no éramos capaces de ejercer la libertad intrínseca del hombre. En cambio, el deseo era otra cosa, este es visto como el pleno ejercicio de la libertad, donde el “buen vivir” se asociaba con el ejercicio de ésta, es el “buen vivir” del hombre en comunidad.
Asiendo esta aclaración, y ya entrados en materia, podemos afirmar que el Gobierno Federal está preso del goce. En sentido lacaniano, el Ejecutivo Federal ha ejercido su derecho al goce, donde la sed de poder a hegemonizado y condicionado su actuar. No es un secreto afirmar que este ha sido el sexenio con mayor número de bajas humanas, esto sin estar, en el nivel declarativo, en guerra civil o guerra contra una amenaza extranjera.
El goce personal de la pequeña camarilla que nos gobierna ha puesto al país al borde de la desaparición del Estado mexicano, y con él, de la extinción de las condiciones mínimas de existencia. Esta concepción del goce ejercida por el gobierno, ha perneado a lo largo y ancho de la sociedad. El ejemplo mas claro es la llamada lucha contra el narco.
Esta narco-guerra no es otra cosa que el reacomodo de liderazgos regionales, aderezada por el contubernio con las altas estructuras del ejército y la clase política que nos gobierna. Este estado de descomposición del Estado mexicano, ha transitado a la esfera de la sociedad en su conjunto, así el goce se ha adueñado del mexicano promedio. Esta narco-guerra se ha interiorizado en la sociedad, en esto los medios de comunicación han sido un vehículo formidable de propaganda.
Ya sea en la radio, los medios impresos, digitales o los medios televisivos, la violencia a copado los espacios de información. Es casual ver escenas de tiroteos, masacres y saber sobre del número de muertos producto de esta guerra. El mexicano promedio se ha acostumbrado a la violencia. Según cifras reconocidas, el número de muertos es alrededor del orden de 50 mil víctimas, pero esto, para el ciudadano de a pie, es mentira. Es casi consenso desconocer esta cifra y afirmar, que por lo menos es del doble del declarado.
Producto de esto: la sed por sangre se ha apoderado del mexicano, hoy día los 30 o 50 muertos diarios se han convertido en la cosecha diaria del gobierno, donde no importa el numero, importa las circunstancias de la muerte; balaceras, ejecuciones, descabezados o desaparecidos en acido es la nota importante. El goce que produce esto se ha convertido en la moneda de cambio de la sociedad mexicana.
Goce de poder, de violencia, de muerte. Si el goce implica hedonismo, vivimos en una sociedad hedonista, de consumo y de transculturización. Donde el sentido de comunidad ha desaparecido del horizonte de cambio, donde más que “nosotros”, se habla del “yo”, de lo que “yo quiero”, de “mis sueños de éxito” y de avanzar en la escala social.
He aquí porque el Estado ha entrado en un proceso autodestructivo, ya que al no ser capaz de asegurar las mínimas condiciones de convivencia social y de seguridad, se vuelve de facto, innecesaria su existencia. Este proceso auto degenerativo implica no sólo la desaparición del Estado como lo conocemos, conlleva también, la desarticulación de la sociedad mexicana que hemos conocido los últimos cien años.
Como hemos argumentado, el goce ha penetrado en todos los niveles de la vida social mexicana. Pero, ¿en realidad no es posible concebir otro mundo para nuestros hijos y demás prole futura? ¿No es posible replantearse aquello que subyace al origen de la misma filosofía y que muchos humanistas consideraban como verdad universal, esta es, que la condición para ser hombre reside en respetar y asegurar la dignidad inalienable de este?
De lo que se trata aquí es de recuperar la capacidad del deseo, entendido como el proceso a través del cual podemos ejercer nuestras plenas libertades, retomar esa dignidad inalienable de la cual se compone el hombre, y que nos lleve al plano de la construcción de un mundo mas justo y equitativo, donde el deseo de felicidad y buen vivir que como individuos estamos en la obligación de encontrar, este supeditado al mejor bien estar de la sociedad en su conjunto.
Bajo esta perspectiva, no se entiende la permanencia del Estado del cual somos presos, y en consonancia, no se entiende que la sociedad mexicana del siglo XXI no despierte de este letargo en el cual somos juez y parte.

* Ilustración La Envidia de Raymundo Guzman

Tal vez te interesen estas entradas

No hay comentarios